Carezco del dolor de la partida
y de las manos adecuadas
para sostener
algo más que aire
inundándonos la cara
de falsas y tiernas flores
que jamás se abrirán
de por si
en este valle plagado de instancias
estridentes y calladas
Carezco de la narcótica pasión
que puede inocular el miedo
alguna vez, en alguna relación muerta
a las tres de la mañana
en medio de los restos
de un lecho asesinado a palabras
de congoja,
adiós
y eterna despedida
como pequeñas balas
sulfurándose en la cabeza
de una relación sodomizada
en mentiras
en promesas tuertas
en sensaciones descalzas
Tan vacía y llena a la vez
De ajenos verbos profanos
Hundiendo sus bocas
Entre la gélida carne de los días
Que aún no sucumben
A esta escarpada distancia
Y aun así. El miedo
a no estar silbará
Una canción de moribundos
Relegada en mi pecho
para después de las 10
cuando los últimos cuervos
ofrecen sus contadas plumas
al sacrificio de la noche
y sus estigmas a la falda
de quienes esperan
siempre
sabiendo que jamás
algo irá a suceder
Padecer del no temor a los finales
alzando sus manos hacia el viento;
Padecer de la no desdicha
y el no dolor al mañana
sembrando heridas en los ojos.
Padecer del no sentir nada
entre hora y hora
sabiendo
que un rostro triste
no puede alimentarse
de la sangre que no corre.
Carecer de la sensación
de perder
y sentirme morir por ello(…)
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